lunes, 18 de noviembre de 2013

La insoportable levedad del merengue francés






"Me estamparon tres tartas, una de ellas muy dura, de merengue francés”

Yolanda Barcina. Experta en Güebos.


Cierto es que entre mis habilidades gastronómicas jamás ha destacado el noble arte de la repostería. Que le vamos ha hacer a uno siempre le ha ido más lo salado que lo dulce y a mi edad ya no va a ser cosa de cambiar.

Pero no es menos cierto que en la tesitura de los güebos de gallina que me ha tocado condimentar a lo largo de mi amplia experiencia gastronómica jamás he logrado diferenciar entre el origen galo o hispánico del producto reproductivo de tan nobles aves, ni siquiera en  los que dan origen a los afamados pollos de casherío con label vasco con que el EROSKI nos limpia unos durillos de más.

Lo mismo el problema es que las gélidas temperaturas de que disfrutan al otro lado de los pirineos endurecen el producto o que a su contacto con epidermis más delicadas, como la de la prócer que nos ocupa, se ven sometidos a alguna extraña reacción química tendente a igualar su textura con la de cara de quien las recibe, única explicación que se me ocurre para justificar las penas que propone el fiscal para del merenguicidio.

O eso o que el merengue estaba hecho con los güebos del gallo símbolo de la franquidad de nuestros vecinos en vez de con los que produce su santa esposa que sería la otra explicación plausible para tal castigo, aunque tampoco descarto que el origen de la golosina fuesen los propios atributos de la receptora del tartazo que, por cierto, tambien deben tener Denominación de Origen.

Patxi Txungur